Al pasar por el salón he vuelto a verla, Doña Fátima no se ha ido. No es una sombra, no es un fantasma. No soy yo misma. Ni siquiera es un familiar lejano. Tampoco es una cara en los espejos, ni un recuerdo. Las visitas se agradecen cuando son deseadas y se marchan a tiempo, dice Doña Fátima. Cada uno en su casa y Dios en la de todos, dice, cuando nos cruzamos en el pasillo.
Este trabajo me está matando. Ya he vaciado su cuarto y me faltan todavía el baño y la habitación de la plancha. Después, no puedo demorar más, debo hacerlo. Llevo aquí casi dos semanas. Otra vez cocinó lasaña Doña Fátima, sabe que es mi comida preferida. De hoy no pasa, en los postres le entrego la orden de desahucio.
(Ilustración, Victor Cuerno. Acrílico y técnica mixta sobre papel.)